En el Día del Padre, miles de ecuatorianos que migraron a países como Estados Unidos, España o Italia reflexionan sobre lo que significa ser papá desde lejos. Una historia marcada por sacrificios, ausencias y vínculos que se mantienen vivos, a pesar de la distancia.
- La migración por motivos económicos ha sido una constante en América Latina. En las últimas décadas, muchos hombres han dejado atrás sus países para trabajar en el extranjero y sostener a sus familias. Este fenómeno ha transformado la forma de ejercer la paternidad.( )
“Papá, ¿cuándo vuelves?” Es la pregunta que más le cuesta responder a Carlos, un ecuatoriano de 44 años que migró a Estados Unidos hace pocos meses para trabajar en la construcción. Cada vez que escucha esa frase en voz de su hijo de siete años, el silencio pesa más que las horas de trabajo.
Como él, miles de padres ecuatorianos viven el Día del Padre con sentimientos encontrados. Por un lado, el orgullo de poder enviar dinero para asegurar una vida digna a sus familias. Por otro, la tristeza de perderse abrazos, cumpleaños, tareas escolares y hasta partidos de fútbol.
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“Mi papá fue el motor”, dice una joven que vio a su papá migrar desde Guayaquil a Nueva York en marzo de 2021, y que recuerda con tristeza lo que significó ese cambio, ocasionado por el desempleo que dejó la pandemia de Covid 19.
Ella dice que fue muy difícil, especialmente el primer año en que además él debió adaptarse a una vida tan drástica en una ciudad con otro idioma y muchas complicaciones que afectaron hasta la comunicación.

"Pero gracias a Dios me gradué de la universidad como arquitecta y lo hice por mi papá, él fue un impulso, un motor", expresa.
Su voz refleja la experiencia de muchos hijos e hijas que reconocen, con los años, que el sacrificio de un padre migrante va más allá de lo económico. Es muchas veces un acto de amor que deja huellas profundas y silenciosas.
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La paternidad a la distancia: ¿cómo se cría desde otro país?
La migración latinoamericana ha estado marcada por la búsqueda de estabilidad. Muchos hombres deciden migrar para enviar remesas, pagar estudios o construir una casa. Pero la lejanía obliga a reinventar la paternidad.
Ya no son los que están en la tribuna alentando un gol, sino los que mandan un mensaje de aliento por WhatsApp. Ya no ayudan con la tarea en la mesa del comedor, sino en una videollamada desde otra zona horaria.
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Francisco, también vive en Nueva York y lo resume así: “A veces siento que soy un proveedor, no un papá”. Un sentimiento que comparten muchos padres que se pierden momentos clave, pero que no dejan de ejercer su rol con afecto, aunque sea desde lejos.
El principal destinos de padres migrantes ecuatorianos es Estados Unidos, seguido de España que también recibe migrantes colombianos y peruanos. En tercer lugar está Italia que ha inicios de siglo fue un destino frecuente para familias andinas.
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Las fuentes oficiales como la Cancillería, el Ministerio del Interior, y organismos internacionales de 2024, registran aproximadamente 530 071 salidas de ecuatorianos con destino a EE. UU. desde puntos oficiales. La ONU estima que viven allí unos 425 000 ecuatorianos.
El saldo migratorio de Ecuador en 2024 fue negativo: entre enero y diciembre 94 767 personas salieron y no regresaron. En 2023 fueron 121 283 no retornados, la cifra más alta en ocho años.
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Según la ONU, la cifras de 2024 revelan que en total residen en el exterior 1 127 891 ecuatorianos, alrededor del 6,4 % de la población, distribuidos principalmente en Estados Unidos (425 000), España (430 000) e Italia (83 000).
En estos países, muchos padres enfrentan trabajos duros, inestabilidad migratoria y jornadas extensas. Aun así, su prioridad, según los testimonios, sigue siendo dar un mejor futuro a sus hijos.
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Tecnología, remesas y promesas
En la era digital, las pantallas se han convertido en las nuevas ventanas del afecto. Padres que ayudan con los deberes desde Italia, que graban mensajes para los cumpleaños desde España, que se conectan al menos unos minutos cada día desde Estados Unidos.
La tecnología alivia, pero no reemplaza. La culpa por no estar en persona pesa. Sin embargo, muchos hijos comprenden -como la joven que compartió su historia- que ese sacrificio es un acto de amor.

A pesar de las distancias, de las lágrimas contenidas y de los días especiales que se viven por separado, los padres migrantes encuentran formas de estar. Desde un audio enviado al amanecer hasta el dinero que permite pagar una matrícula o llenar una refrigeradora.
La figura del padre migrante desafía los modelos tradicionales de paternidad. Demuestra que el amor paternal no depende de la cercanía física, sino de la constancia, el sacrificio y la voluntad de estar presente de todas las formas posibles.
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En este Día del Padre, muchas familias latinoamericanas celebrarán con abrazos virtuales. No habrá fiesta, quizás tampoco almuerzo juntos. Pero habrá orgullo, resiliencia y amor.
Porque ser papá no solo es estar, es sostener, inspirar y acompañar, incluso desde el otro lado del mundo.
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